martes, 18 de diciembre de 2018

Un cielo de bellos campos y paz absoluta, por donde ya estés corriendo...






Tan joven, tan artista, tan luchadora, tan trabajadora, tan valiente…y justo cuando estrenaba su bien ganado porvenir como docente.

Angustiado y enrabietado por el terrorífico desenlace en el caso de la joven profesora asesinada, Laura Luelmo, pienso en todo lo que he disfrutado trabajando, paseando, corriendo o pedaleando en soledad por el campo, en mi deseo constante de volver a pisarlo, en lo que cambiaría mi vida si no pudiera contar más, o tuviera que hacerlo condicionado por el miedo, con ese disfrute... Y me sobreviene un sentimiento de culpa al pensar, quizá por primera vez, en la terrible injusticia de que las mujeres no puedan disfrutar, sin sentir miedo o temor, de algo tan normal y sano, de un derecho tan básico y elemental. Y me hago más consciente de lo atrasados que seguimos estando, del mucho machismo que aún queda por desterrar, de lo muy necesario de la lucha por los derechos de la mujer y por abatir las barbaries que cercenan su libertad o las condenan a vivir con miedo…

La clase de cobarde alimaña causante de un crimen tan execrable, no debería ser juzgada solo por asesinar a una mujer. Aun en el caso de supervivencia de la  víctima, también debería ser delito y sumar dura condena el crimen que supone robar la libertad de media España,  robar el derecho a pasear en soledad a tantos millones de mujeres, robar la tranquilidad a millones de padres...

Por desgracia, una vez más, encarcelar la alimaña no devolverá esos derechos. No, mientras no sea extinguida su «especie» y el origen del mal que porta. Pero ojalá ocurra pronto y muera sin salir de su jaula.

Pienso que la erradicación de este mal no está solo en actuar contra los criminales; está claro que hace falta un giro radical en cuanto a la educación de toda una sociedad, y la formación y recuperación de valores imprescindibles para una convivencia pacífica. Pero me pregunto cómo es posible que un ex convicto puesto en libertad hace pocas semanas tras casi veinte años de reclusión por asesinar a una anciana que le había denunciado por agresión, y por atentar contra otra joven en el mismo pueblo de El Campillo mientras disfrutaba de un permiso carcelario, pudiera vivir con normalidad a cinco metros de Laura Luelmo sin que la chica, como el resto de los residentes en la comarca, estuviera avisada oficialmente del peligroso perfil de su vecino. No entiendo que aún no haya una ley que regule esto. No entiendo que ninguno de los vecinos, conocedores de los antecedentes del sujeto, alertara a la recién llegada. No entiendo la condena de ese psicópata.  No entiendo a quienes se oponen a la prisión permanente revisable para alimañas de cura imposible… No entiendo nada.

Todo mi amor y solidaridad para la familia. Toda mi admiración y apoyo para tantas mujeres que no se rinden, y para las que tienen que pasar miedos que no sufrimos los hombres. Ojalá exista un cielo de bellos campos y paz absoluta, por dónde ya estéis paseando, Laura y tantas otras mujeres, embelesadas, respirando el aire más puro, sonrientes, y sin temor alguno. Ojalá que ese cielo se haga realidad en la tierra más pronto que tarde.


Aurelio Bonilla


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