Tan
joven, tan artista, tan luchadora, tan trabajadora, tan valiente…y justo cuando
estrenaba su bien ganado porvenir como docente.
Angustiado
y enrabietado por el terrorífico desenlace en el caso de la joven profesora
asesinada, Laura Luelmo, pienso en todo lo que he disfrutado trabajando, paseando, corriendo
o pedaleando en soledad por el campo, en mi deseo constante de volver a
pisarlo, en lo que cambiaría mi vida si no pudiera contar más, o tuviera que
hacerlo condicionado por el miedo, con ese disfrute... Y me sobreviene un
sentimiento de culpa al pensar, quizá por primera vez, en la terrible
injusticia de que las mujeres no puedan disfrutar, sin sentir miedo o temor, de
algo tan normal y sano, de un derecho tan básico y elemental. Y me hago más
consciente de lo atrasados que seguimos estando, del mucho machismo que aún
queda por desterrar, de lo muy necesario de la lucha por los derechos de la
mujer y por abatir las barbaries que cercenan su libertad o las condenan a
vivir con miedo…
La
clase de cobarde alimaña causante de un crimen tan execrable, no debería ser
juzgada solo por asesinar a una mujer. Aun en el caso de supervivencia de
la víctima, también debería ser delito y
sumar dura condena el crimen que supone robar la libertad de media España, robar el derecho a pasear en soledad a tantos
millones de mujeres, robar la tranquilidad a millones de padres...
Por
desgracia, una vez más, encarcelar la alimaña no devolverá esos derechos. No,
mientras no sea extinguida su «especie» y el origen del mal que porta. Pero
ojalá ocurra pronto y muera sin salir de su jaula.
Pienso que la erradicación de este mal no está solo en actuar contra los criminales;
está claro que hace falta un giro radical en cuanto a la educación de toda una
sociedad, y la formación y recuperación de valores imprescindibles para una
convivencia pacífica. Pero me pregunto cómo es posible que un ex convicto
puesto en libertad hace pocas semanas tras casi veinte años de reclusión por
asesinar a una anciana que le había denunciado por agresión, y por atentar
contra otra joven en el mismo pueblo de El Campillo mientras disfrutaba de un
permiso carcelario, pudiera vivir con normalidad a cinco metros de Laura Luelmo
sin que la chica, como el resto de los residentes en la comarca, estuviera
avisada oficialmente del peligroso perfil de su vecino. No entiendo que aún no
haya una ley que regule esto. No entiendo que ninguno de los vecinos,
conocedores de los antecedentes del sujeto, alertara a la recién llegada. No
entiendo la condena de ese psicópata. No
entiendo a quienes se oponen a la prisión permanente revisable para alimañas de
cura imposible… No entiendo nada.
Todo mi
amor y solidaridad para la familia. Toda mi admiración y apoyo para tantas
mujeres que no se rinden, y para las que tienen que pasar miedos que no
sufrimos los hombres. Ojalá exista un cielo de bellos campos y paz absoluta,
por dónde ya estéis paseando, Laura y tantas otras mujeres, embelesadas, respirando
el aire más puro, sonrientes, y sin temor alguno. Ojalá que ese cielo se haga
realidad en la tierra más pronto que tarde.
Aurelio
Bonilla
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